Desde el Santuario, para que podamos estar unidos en la oración en nuestros hogares, te compartimos la palabra del Señor correspondiente al lunes 30 de marzo.

Para que puedas seguirla en tu biblia, corresponde al evangelio de Juan, capítulo 8, de los versículos 1 al 11.

Y dice así:

Jesús fue al monte de los Olivos.
Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles.
Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.
Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?».
Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo.
Como insistían, se enderezó y les dijo: «El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra».
E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo.
Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?».
Ella le respondió: «Nadie, Señor». «Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante».

Y esta es la palabra del Señor

Es una escena para contemplar, asombrarnos y dejar de una vez por todas a Dios ser Dios.

Permitime compartirte algunas pocas sugerencias que tal vez puedan servirte para tu oración personal.

Sentate vos también junto a Jesús.

Sos parte de ese Pueblo que acude a él para escucharlo. Y desde allí observá a esos hombres que traen arrastrando a una mujer, la tiran en medio de todos apretando piedras en sus manos. Mirá sus rostros y adiviná sus historias. ¿Por qué querrán descargar su violencia contra una mujer? ¿Sentirán que agrediéndola purifican la mugre de sus conciencias?

Miralos, pero no les tires piedras.

Mirá a los que están sentados junto a vos, escuchando también a Jesús.

Tal vez hay mujeres que sienten alivio interior por no ser como esa mujer allí expuesta; o quizás haya hombres que, en voz baja, dan gracias a Dios por la valentía de ese tipo de líderes religiosos. Sí, también entre los que escuchan a diario a Jesús hay mujeres y hombres que celebran la condena, la exclusión y la sanción hasta la muerte. Están sentados allí, pero sus corazones habitan lejos del Maestro.

Miralos, pero no les tires piedras.

Contemplá a la mujer.

¿Qué habrá hecho? ¿Se habrá enamorado de un hombre que no era su marido? ¿Habrá abortado? ¿Se habrá divorciado, destruyendo una familia tenida por ejemplar? ¿Deberíamos los cristianos salir a apedrearlas para manifestar al mundo que en la Iglesia eso no se permite y que a nosotros eso no nos pasa? Creyentes de buenos modales pero malas costumbres.

Mirá a esa mujer, pero no le tires piedras.

Y observá a Jesús.

Algunos lo acusan de blandito con el pecado y cómplice de los pecadores. Claro, como no condena el aborto públicamente es porque está a favor; recibe en su mesa -en su misa- a separados y divorciados porque quiere destruir el matrimonio y no cree en la eucaristía; perdona los pecados porque no tiene intención de erradicar el mal; ignora la legislación y las sanciones previstas para cada pecado, por eso piensa y actúa con compasión.

Miralo a Jesús, pero tampoco le tires piedras a él.