El 7 de octubre de 1930, el entonces Arzobispo de Buenos Aires daba entidad jurídica a la nueva parroquia de Santa Rita de Cascia, en el barrio del mismo nombre.

Hasta una semana antes de su creación, la parroquia estaría confiada a Santo Tomás de Aquino; sin embargo, la devoción a Santa Rita traída y cuidada en ese pueblo de inmigrantes con sus hijos fue más fuerte y logró imponerse. Por eso decimos que antes de la creación de la parroquia ya existía el Santuario.

Hoy la parroquia festeja sus 90 años; el Santuario tiene muchos más.

Y su origen deberíamos buscarlo en la primer imagen enviada al “Nuevo Mundo” en un viejo baúl de mudanza y prolijamente colocada en la bodega del barco salido del puerto de Nápoles o de Génova, quién sabe. Algunos dicen que desde hacía muchos años ya existía un cuadro dedicado a la “Beata Rita” -fue canonizada recién en el 1900-, venerado por los pobladores.

No es sencillo rastrear el comienzo de esta peregrinación local.

Sin embargo, es bello poder acariciar las raíces. De allí provenimos y a ellas nos referimos para recuperar identidad y reencontrarnos con el primer amor.

Una primer capilla, mucha misión barrial, un gran templo una década después, miles y miles de peregrinos provenientes de todo el país, una comunidad religiosa misionera que le dio identidad al servicio pastoral y muchísimos -realmente muchos- creyentes que con su presencia y servicio le pusieron “carne” al Santuario de Santa Rita en Buenos Aires.

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La fiesta de los 90 años nos encuentra transitando una experiencia inédita para esta generación, Santuario incluído.

Entonces, como dice la oración del Santuario, las hermanas y los hermanos menores de Santa Rita contemplamos la llaga de su frente porque también a nosotros nos duele un poco el amor y la dignidad.

Esa llaga que Rita conserva en su rostro significó para ella años de aislamiento y cuidados muy particulares. No la lucía exitosa, sino como expresión de un amor determinado y frágil a la vez. Como lo es la cruz del Señor Jesús.

Determinación y fragilidad.

En Rita de Cascia nos descubrimos determinadamente humanos y serenamente frágiles.

Rita está despojada de la pompa propia de los triunfalismos y nos convida a vivir nuestra vida también de esa manera. Despojados, liberados, livianos de espíritu y firmemente amarrados al Señor Jesús… todo un desafío para este tiempo.

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También nosotros llevamos una llaga que nos será curada al final del camino, cuando cara a cara con el Señor Jesús él nos pregunte por los sinónimos del amor: tuve hambre y me diste de comer, sed y me diste de beber, estaba de paso y me alojaste, desnudo y me vestiste, enfermo o preso y viniste a verme…

Que cuando el Santuario de Santa Rita, su comunidad creyente y peregrina, deba confrontar toda su existencia con el amor, finalmente escuche de labios del Señor que “lo que hiciste con el más pequeño de mis hermanos, lo hiciste conmigo… Vení, bendita de mi Padre”.

Santuario querido, ¡Feliz Cumpleaños!