¿Crees esto?

¿Crees esto?

Reflexión del día

Mensajes del Santuario

Reflexión correspondiente al Domingo V de Cuaresma, 29 de marzo de 2020.

Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania, del pueblo de María y de su hermana Marta.
María era la misma que derramó perfume sobre el Señor y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el que estaba enfermo.
Las hermanas enviaron a decir a Jesús: «Señor, el que tú amas, está enfermo».
Al oír esto, Jesús dijo: «Esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella».
Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro.
Sin embargo, cuando oyó que este se encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba.
Después dijo a sus discípulos: «Volvamos a Judea».
Los discípulos le dijeron: «Maestro, hace poco los judíos querían apedrearte, ¿quieres volver allá?».
Jesús les respondió: «¿Acaso no son doce las horas del día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo;
en cambio, el que camina de noche tropieza, porque la luz no está en él».
Después agregó: «Nuestro amigo Lázaro duerme, pero yo voy a despertarlo».
Sus discípulos le dijeron: «Señor, si duerme, se curará».
Ellos pensaban que hablaba del sueño, pero Jesús se refería a la muerte.
Entonces les dijo abiertamente: «Lázaro ha muerto,
y me alegro por ustedes de no haber estado allí, a fin de que crean. Vayamos a verlo».
Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: «Vayamos también nosotros a morir con él».
Cuando Jesús llegó, se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro días.
Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros.
Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano.
Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa.
Marta dijo a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas».
Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará».
Marta le respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día».
Jesús le dijo: «Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá;
y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?».
Ella le respondió: «Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo».
Después fue a llamar a María, su hermana, y le dijo en voz baja: «El Maestro está aquí y te llama».
Al oír esto, ella se levantó rápidamente y fue a su encuentro.
Jesús no había llegado todavía al pueblo, sino que estaba en el mismo sitio donde Marta lo había encontrado.
Los judíos que estaban en la casa consolando a María, al ver que esta se levantaba de repente y salía, la siguieron, pensando que iba al sepulcro para llorar allí.
María llegó a donde estaba Jesús y, al verlo, se postró a sus pies y le dijo: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto».
Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y turbado,
preguntó: «¿Dónde lo pusieron?». Le respondieron: «Ven, Señor, y lo verás».
Y Jesús lloró.
Los judíos dijeron: «¡Cómo lo amaba!».
Pero algunos decían: «Este que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podría impedir que Lázaro muriera?».
Jesús, conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro, que era una cueva con una piedra encima,
y dijo: «Quiten la piedra». Marta, la hermana del difunto, le respondió: «Señor, huele mal; ya hace cuatro días que está muerto».
Jesús le dijo: «¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?».
Entonces quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: «Padre, te doy gracias porque me oíste.
Yo sé que siempre me oyes, pero lo he dicho por esta gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado».
Después de decir esto, gritó con voz fuerte: «¡Lázaro, ven afuera!».
El muerto salió con los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: «Desátenlo para que pueda caminar».
Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él.

El relato de hoy es como la llave que nos abre la puerta a la próxima semana santa.

Contemplemos a Jesús: llora la muerte de su amigo, Lazaro, a quien él quería mucho.

Las hermanas, María y Marta, también amigas de Jesús, le reclaman a Jesús por su ausencia: si hubieras estado… le dicen.

Sin embargo, en todo ese devenir de explicaciones, diálogos, reclamos… alguien va haciendo su acercamiento a la fe.

Es Marta.

Podríamos imaginar el significado y el peso propio de esta mujer en la primera comunidad cristiana.

A lo largo del año celebramos la fe de algunos personajes importantes: Pedro, que le dice a Jesús “tú eres el Mesías”… Pablo, que derribado le dice a esa luz que lo envuelve “¿Quién eres, Señor?”

Podríamos hacer un listado de personas que al encontrarse con Jesús dan ese salto en la fe que los vuelve luminosos para sus hermanos.

¿Y Marta?

Ella, de a poco, conducida por Jesús, va proclamando lo que cree.

Hasta que llega al punto de luz, al encuentro con una realidad en la que ingresa de la mano de Jesús.

Creo Señor, le dice.

Creo que sos el que debía venir.

Creo que sos la Resurrección y la Vida.

Creo, Señor.

En la fe de Marta nos apoyamos nosotros.

De esta fe, en femenino, en amistad y misterio, nos nutrimos hoy nosotros.

Otra vez: la fe no es saber cosas de Dios, reservadas a una elite seleccionada y escondida.

Es sabernos en la palma de su mano.

Es reconocernos cobijados a la sombra de su manto.

Las personas creyentes son las que ven eso que está escondido a los ojos superficiales.

Las personas creyentes son las que señalan la presencia de vida en contextos quebrados.

Si sos vos un creyente, una creyente es posible que tu sola presencia diga, por ejemplo, como transitar cada día de estos que gran parte de este mundo está viviendo.

Tu existencia creyente devuelve la serenidad a quienes son más frágiles y sienten miedo, ansiedad, nerviosismos…

Tal vez Jesús hoy te recuerde a vos también: No te dije que si crees verás la gloria de Dios?

Ante la incertidumbre, recordá a Jesús.

Si se presenta el temor, recordalo.

Si se instalan el enojo y la tristeza, recordalo.

Hacé memoria, él te habló a vos.

Y jamás se arrepiente de lo que te entregó.

Que este tiempo no te aisle, no te olvides que no nos salvamos en soledad, tampoco de los virus.

Un comentario en «¿Crees esto?»

  1. Gracias señor Jesús 💞 por la vida!!!,por ayudarnos a hacer memoria ,y dar gracias a todas las personas que nos han tendido sus manos para auxiliarnos en momentos difíciles, situaciones que seguro solos no hubiesemos podido salir.; pido por ell@s que llevo sus nombres grabado en mí ♥️ y, por tod@s los que en este momento auxilian, dan una mano y entregan todo de si para salvar una vida♥️🙏🏼

Los comentarios están cerrados.

Los comentarios están cerrados.